La cantante se caracteriza por un look muy concreto que casi no ha sufrido alteraciones en su silueta. Desgranamos las claves detrás de él.
Ya sea por la (tal vez errónea) mirada victimizadora que hemos lanzado sobre ella a raíz de su separación con el futbolista Gerard Piqué, la figura de Shakira está siendo revisitada con mayor amabilidad ahora de lo que lo ha sido en los 25 años de su carrera discográfica. No es un caso aislado. Desde que la libertad de Britney se convirtió en una de nuestras preocupaciones, causa-metáfora del control patriarcal sobre la autonomía de las mujeres, hemos querido hacer las paces con numerosas divas del pop de nuestra adolescencia. Avril Lavigne, Lindsay Lohan o Mischa Barton entre ellas.
Mientras la escena pop internacional está plagada de pieles camaleónicas y cambiantes que juegan con su estilo y apariencia tanto o más que con su música, Shakira con un sonido dividido entre los ritmos latinos, el pop y una evidente herencia del rock, ha sido constante en su manera de presentarse ante el mundo. Tanto, que la silueta pegada al cuerpo y definida por el abdomen al descubierto ha vuelto a ser tendencia antes de que ella haya llegado a abandonarla.