Por: Aleyda Martínez

Llevo un par de meses pensando en la magia del amor, en lo bonito que nos hace sentir y lo mucho que nos hace vibrar, y mientras me encuentro sentada sobre una banca, en un pequeño parque, me detengo a observar, tanto tiempo sin darme ese espacio de conocer lo que me rodea, y observo como un niño de 3 años quizá, llora cuando su helado se cae y su hermanita le dice “no llores” y le regala el suyo, eso es amor. Observo cuando dos chicos se miran a los ojos, y sin decir una palabra, se regalan el mundo, eso es amor. Escucho de pronto a lo lejos un grito y volteo tan sólo para ver como un pequeño perrito sale corriendo como bala para que su dueño lo abrace, no para de mover la cola y de dar vueltas como loco, eso es amor. Justo detrás de ellos, una imagen en tercer plano de una familia sentada sobre el césped, riendo por quien sabe que cosa, salen de la rutina para ser y estar con el otro en su totalidad, eso es amor.

Pero y el amor propio ¿Cómo se ve? En primer lugar tenemos que entender que el amor se presenta de miles de maneras, y en esta historia, nuestra historia, nosotras tenemos que ser la protagonista, y este tipo de amor lo vamos a ver a través de una pantalla llamada “espejo”, para algunos bastante entretenida, para otros bastante complicada y es que ese reflejo entero, roto, brillante u opaco, como se encuentre lo tienes que abrazar, porque más allá de un simple reflejo, es un alguien, un alguien que necesita amor, paciencia, cariño, gratitud y mucho muchísimo respeto. Y cómo logramos eso, la verdad es que no existe una fórmula, pero podríamos empezar por entender que somos humanos, y los humanos somos imperfectos, que cometemos errores y estamos aprendiendo todo el tiempo, desde ahí comenzamos a suavizar las cosas, a dejar de ser tan crueles con nosotros mismos, que exigirse para crecer y ser mejor persona cada día es muy bueno, pero no tenemos que excedernos, los excesos siempre hacen daño.

Una cosa que me parece sumamente importante es darte el momento de agradecer, dejar de rechazar cada una de tus cicatrices y cambiarlo por un momento de gratitud, hacia ti misma, a tu cuerpo, porque cada una de las partes que nos conforman han estado ahí desde siempre y estamos tan acostumbrados a verlo que se nos hace tan normal el trabajo que realizan todos los días, sin ponernos a pensar que gracias a ello puedes ir y venir a donde quieras, puedes correr tan rápido o tan lento como deseas, puedes bailar al ritmo de la música, tirarte en la cama, jugar como niña, abrazar a quienes amas, un día dilo en voz alta “gracias a mí por dejarme escuchar mis palabras, por verme crecer a lo largo de los años, por saborear mi comida favorita, por sentir los latidos de mi corazón, por poder oler el café de las mañanas que cada día me despierta, eso, gracias por un día más, en el que puedo sonreírme, decirme cosas bonitas y acompañarme, porque nunca estamos solas, nos tenemos a nosotras mismas.

Cuántas veces nos hemos agradecido como lo hacemos con mamá, o nuestras mejores amigas los días en que escuchan nuestras peores penas, cuántas veces nos hemos dado las gracias por soportar aquella larga noche de lágrimas, por la paciencia que te tuviste en el peor momento, por las veces en las que has sido valiente y has defendido lo que piensas, por las porras que te echas cada vez que el mundo se te viene encima, por aguantar el dolor en el estómago después de horas y horas de risa, por darte la oportunidad de amar a alguien más que no seas tú. Si empiezas por agradecerte todas las cosas que haces por ti, cada día, aprenderás a valorarte, y de ahí nace un amor inmenso, que deja de lado los juicios, los rechazos, los reproches. Que sano dejar de pelearte con el espejo y mejor llevar la fiesta en paz.

Te acuerdas de aquella vez en la que más te enamoraste o si en este momento te encuentras súper enamorada, te das cuenta de cómo te comportas con la otra persona, de la manera más cursi que se puede ser, de esa misma manera hazlo contigo, dedícate un poema, una canción, regálate una flor, invítate una cena, una salida al cine, regálate la luna y el mar, regálate el tiempo de estar con tu persona favorita, conviértete en tu persona favorita y sé valiente muy valiente, y para empezar con ello, no necesitas dejar de tener miedo, si a veces no puedes, más bien conviértanse en dos, toma el miedo de la mano y juntos salten por lo que tu mente y tu cuerpo pide, sobre todo cuando pide cambio, los cambios son difíciles, pero necesarios, así es, las personas con el paso de los años cambiamos y de diferentes maneras y es bien curioso cómo vamos creando nuestro propio molde, con tropiezos y caídas, con sueños y metas cumplidas, porque jamás nadie se parece en nada a otra persona y que gran noticia, saber que no somos iguales, que somos irrepetibles, que somos únicos, acaso eso no nos hace querernos aún más.

Y cuando nos sabemos agradecer y nos tenemos todo el cariño, podemos terminar de aceptarnos, queriendo cada parte de lo que estamos viendo en nuestro reflejo, amar nuestra piel “nuestro hogar” somos nuestro propio techo y paredes, con puertas y ventanas y un jardín enorme, listo para florecer y llenarlo de margaritas, rosas y claveles, lo que quieras, listo para ser un ambiente seguro, porque cuando uno se siente bien en casa no tendría ganas de ir a ningún otro lugar. Que paz poder conversar contigo misma y ser tu mejor amiga, tomar decisiones en conjunto, reírse por que sí, bailar y cantar, apapacharte en la tristeza, y alentarte a seguir, que, aunque a veces pienses que no “siempre puedes”, que paz ver tus fotografías y pensar me gusta lo que veo, me gusta lo que soy.

Hoy nos toca perder el miedo de poner un punto y aparte y escribir nuevas historias de nosotras mismas, historias que queramos recordar, que nos hagan brillar los ojitos, que nos hagan sentir satisfechas, jamás arrepentidas, hoy les quiero decir que debemos aprender a poner límites, sobre lo que nos duele y lastima, que debemos aprender a escucharnos, en voz alta y en silencio, que si es necesario parar un momento para entrar en calma, lo hagamos, que lo que sea que decidas hacer, lo hagas por ti y por nadie más, porque hoy y siempre “no pones a nadie más que a ti sobre todas las cosas “.

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