Desde mi balcĆ³n veo las montaƱas que rodean mi ciudad y me recuerdan a todas esas cosas que se sienten en el estĆ³mago antes de reconocerlas en el corazĆ³n.

TambiĆ©n me recuerdan a todo lo que no deberĆ­a hacer antes de dormir, como scrollear por instagram sin ningĆŗn propĆ³sito, tomar cafĆ© despuĆ©s de las 5 de la tarde, y buscar uno que otro vuelo al mar porque hay algo que me reconforta cuando pienso en las horas sentada en la arena sin saber si la carita roja es producto del sol o mi nuevo rubor.

Hace un aƱo, no creĆ­a en las seƱales: las placas repetidas, las horas espejo, las luces neĆ³n de la discoteca y la cabecera de mi cama apuntando directo a la pared no eran mĆ”s que eso. Nunca va a dejar de sorprenderme la facilidad con la que dotamos de significado cosas que antes parecĆ­an irrelevantes.

Hoy todo parece un poco mĆ”s diferente, tiene mĆ”s color – lo que, de cierta forma, le da mĆ”s sentido – y parece un poco irreverente querer recordar cada fecha, hora, minuto o segundo, en el que pasan las cosas. Mi necesidad de control es una mala costumbre que no quiero cargar conmigo a donde quiera que vaya.

Claro, no puedo decir que lo detesto cuando soy la persona que planea sus outfits en un excel y religiosamente organiza su semana los domingos en la noche. Pero sĆ­ puedo afirmar que no quiero vivir presionada por esa – valga la redundancia – presiĆ³n de saberlo, entenderlo y tenerlo todo. Se me olvida lo fĆ”cil que es odiar nuestras propias guerras en vez de tomarnos el tiempo de entenderlas.

Sin embargo, no creo que viva por y para el control. Al menos, asĆ­ lo siento cuando los kilĆ³metros ya no sirven de nada – y las montaƱas de mi balcĆ³n estĆ”n cada vez mĆ”s lejos – o la Ćŗnica luz que alumbra mi cara es la del peaje: de pronto ya no tengo el ceƱo fruncido, ni la mirada callada e incluso se me marcan los hoyuelitos en las mejillas cada que me rĆ­o. ĀæSerĆ© yo, o la culpa la tendrĆ”n mi sol y ascendente en sagitario?

El control se me escapa de las manos cuando menos lo espero: en el trancĆ³n que me hace llegar tarde a todas partes, en mercurio retrĆ³grado, o en el hecho de descubrir quĆ© mi comida favorita ya no son los tacos. QuizĆ”, en realidad, nunca lo fueron.

Cambiamos en defensa propia, porque la vida se ve mejor a travĆ©s del lente del amor: hay cosas que no tienen – ni necesitan – explicaciĆ³n.

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